SU DEFENSA: EL HIJO DE DIOS, EL INTERCESOR

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Es cierto que Satanás está a nuestra derecha, para resistirnos y acusarnos. Pero también es cierto que Jesucristo está a la diestra de Dios para interceder por nosotros!

 “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. 1Jn.2:1

Nuestro Señor acabó su obra en la tierra y regresó a los cielos para continuar su obra . ¿Y cuál es? Perfeccionar a sus hijos preparándoles para la gloria.

 “y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”. He. 13 :20-21

Este ministerio de perfeccionamiento tiene dos facetas. Como nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo intercede por nosotros y nos ofrece la gracia que necesitamos cuando somos probados y tentados. Si nos volvemos a Él, por fe, y nos acercamos al trono de la gracia, Él nos conducirá a la victoria.Pero si cedemos a la tentación y al pecado, entonces Él ejerce como nuestro abogado para perdonarnos y restaurarnos a la comunión una vez más.

 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1Jn. 1:9

Volvamos a imaginarnos la escena de aquel juicio en los cielos. Dios el Juez está sentado en su trono. El sumo sacerdote Josué está delante de Dios, vestido con ropas inmundas. Es culpable. Satanás está a la derecha de Josué, para oponérsele y acusarle. Pero Jesucristo está a la derecha de Dios, ¡para representar a Josué y restaurarle! Esto explica por qué Jesús volvió a los cielos con heridas (no cicatrices) en su cuerpo.Esas heridas son la evidencia perpetua de que murió por nosotros. Dios fue misericordioso y manifestó su gracia para salvarnos cuando pusimos nuestra confianza en Cristo, pero es «fiel y justo» para perdonarnos cuando le confesamos nuestros pecados. Es fiel para cumplir su promesa, y justo porque Cristo murió por nuestros pecados y pagó el precio de nuestro perdón. Como pecadores, somos salvos de la ira de Dios por su gracia y misericordia. Como hijos de Dios que le han desobedecido, somos perdonados por la fidelidad y justicia divinas.

¿Cerró Dios los ojos ante la realidad del pecado de Josué? ¡Claro que no! Dios nunca defenderá los pecados de sus hijos, pero sí los defenderá a ellos. Cuando Abraham desobedeció y se fue a Egipto, mintiendo allí en lo tocante a su esposa, Dios no defendió los pecados de Abraham, pero sí a él. Impidió que el gobernador mancillara a Sara, y ayudó a Abraham a salir a salvo del país. Abraham padeció las consecuencias de aquella aventura, porque Egipto hizo que Lot probara lo que era elmundo, lo cual le condujo a su ulterior abandono de Dios y su caída. La doncella egipcia, Agar, que trajo Sara consigo, originó problemas en el hogar, y al final tuvo que ser expulsada.Pero Dios seguía gobernando, y superó el gobierno del mundo, para cumplir sus propósitos con Abraham y Sara.

Cuando prestamos oído a las acusaciones de Satanás, centramos nuestra atención en nosotros mismos y en nuestros pecados; lo cual nos llevará a la derrota y el desespero. Pero cuando prestemos oído al Espíritu Santo, mediante la Palabra, que nos convence de pecado, miraremos por fe a Jesucristo, allá en los cielos, nuestro abogado delante del trono de Dios. Recordaremos que murió por nuestros pecados y que Dios no nos puede rechazar, porque pertenecemos a Cristo. Es debido a la intercesión celestial del Hijo de Dios por lo que usted y yo podemos echar por tierra las acusaciones de Satanás.

“Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle.” Zacarías 3:1.

Démonos cuenta de cuáles fueron las fases de la experiencia de Josué, el sumo sacerdote. Primero, vemos la oposición de Satanás. El acusador enumera los pecados de Josué delante del trono de Dios, y le pide que, siendo como es santo, éste juzgue al pecador.

La fase dos es la reprensión divina a Satanás.y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que haescogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?” Zac. 3:2 Seamos conscientes de que la reprensión a Satanás se basa en la gracia divina hacia su pueblo. La gracia significa que Dios nos acepta en Jesucristo, no por nosotros mismos.

La tercera fase es la restauración de Josué. Dios les ordenó que le quitaran aquellas ropas sucias y lo vistieran con ropajes santos. Incluso le puso una «mitra» limpia sobre la cabeza, aquella que tenía una placa de oro que decía «Santidad a Jehová» (véase Éxodo 28:36). ¡Dios ni siquiera le concedió la libertad condicional! ¡Le dijo que regresara al templo y siguiera con su servicio al Señor!

Oposición, reprensión, restauración: estos son los tres estados en la experiencia de confesión de los pecados, regresando luego a la comunión con Dios.Satanás le acusará, pero no le preste atención. Vuélvase a Jesucristo, su abogado, y confiésele sus pecados. Dependa de lo que dice la Palabra de Dios, no de sus sentimientos. Descanse en la gracia de Dios.

Charlotte Elliot expresó lo siguiente en un hermoso himno.

Tal como soy, sin más decir, que a otro yo no puedo ir, y Tú me invitas a venir; bendito Cristo, heme aquí.

Tal como soy, sin demorar, del mal queriéndome librar; Tú sólo puedes perdonar; bendito Cristo, heme aquí.

Tal como soy, en aflicción; expuesto a muerte y perdición; buscando vida y perdón, bendito Cristo, heme aquí.

Tal como soy, tu gran amor, me vence y busco tu favor servirte quiero con gran valor; bendito Cristo, heme aquí.

El pecado no confesado en nuestra vida le ofrece a Satanás un punto de apoyo. Puede utilizar ese pecado como el fundamento de sus acusaciones. Cuanto más tiempo nos acuse, mayor parece el pecado a nuestros ojos. Se convierte en un obstáculo tan grande que tapa el rostro divino y oculta su gracia y su amor. No experimentamos sentimientos de convicción, que son los que nos hacen volvernos a Dios, sino de condenación, que nos convencen de que no podemos hacerlo. La culpa se convierte, en las manos de Satanás, en un arma terrible que destruye nuestro gozo, nuestra paz y nuestra comunión con Dios. Nuestra esperanza se desvanece. Nos engulle la desesperación. Entonces la voz de Satanás nos dice: «¡Maldice a Dios y muérete!»

¡No preste atención a la voz del diablo! Escuche en cambio la voz de Dios. Vuélvase a la Palabra y crea lo que le dice Dios. Y esté seguro de que su abogado en los cielos está esperando para perdonarle y restaurarle. Aplazar la admisión y confesión de nuestro pecado le dará a Satanás una mayor oportunidad para perjudicar nuestra vida y ministerio.

 “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Pr.28:13